Hay un monumento en Kyoto que, me atrevo a decir, es el menos visitado y menos conocido de TODO Japón.

Está situado relativamente cerca del templo Sanjūsangen-dō, en el lado derecho del río Kamo. De hecho, está cerca del templo Toyokuni, templo dedicado a Toyotomi Hideyoshi, el “creador” de este monumento, aunque está a cierta distancia para que no se pase por allí por “error”. Este monumento es muy visitado por turistas coreanos, pero es raro ver japoneses, de hecho, muchos vecinos desconocen su historia. Por ser olvidado, ni siquiera aparecía en los libros de historia de los institutos de Japón.

Ubicación. Fuente: Google Maps

Este monumento histórico no es otro que el Mimizuka (耳塚), el monte o túmulo de orejas; aunque originalmente se lo conocía como Hanazuka (鼻塚), o montículo de narices. Es una de las actuales vergüenzas históricas de Japón que lo mantiene, pero no lo anuncia.

Este túmulo de unos 9 metros de altura es donde se tiraron narices cortadas de más de 38.000 personas, tanto civiles como soldados coreanos muertos durante la invasión de Japón a Corea en el siglo XVI.

Mimizuka: Fuente: Google Street View

Era tradición japonesa el recompensar a los guerreros por las cabezas de muertos que conseguía después de las batallas, pues era una forma de demostrar su valía en combate, aunque en más de una ocasión había aprovechados y se dedicaban a cortar cabezas de muertos y quedárselas mientras el que ganó seguía luchando y ganando más.

En la invasión de Corea, Toyotomi Hideyoshi dió una orden clara:

“Eliminar a todos, sin discriminar entre jóvenes y viejos, hombres y mujeres, clérigos y laicos —soldados de alto rango en el campo de batalla, por supuesto, pero también la gente de la montaña, hasta los más pobres y mezquinos— y enviar las cabezas a Japón.” (Traducción aproximada)

Al principio se enviaban la cabezas de los muertos para que se les pagara. Para que no llegaran putrefactas se enviaban en barriles llenos de sal, una vez limpiadas, contadas y registradas, como evidencia. El hecho de necesitar barcos para solamente llevar barriles con cabezas hizo que, por necesidad de optimizar recursos, se cambiara la forma de contar y que solamente se enviaran narices, para reducir el espacio que ocupan y ahorrar en movimiento de barcos.

El hecho de hacer este cambio causó que los guerreros japoneses, para poder cobrar extras, llegaran a inventarse ladrones o asaltantes y matar a campesinos o personas que se cruzaban con ellos, cortarles las orejas y nariz y enviarlas, para cobrar el extra por combates.

En Japón, se cree que con la cantidad de narices que tenían, habían de hacer algo, así que Toyotomi Hideyoshi decidió enterrarlos juntos y que unos monjes oraran por las almas de los muertos, como señal de compasión.

Hacia el siglo XVII se propuso cambiar el nombre del túmulo. Se consideraba que ser conocido como monte de  narices era muy bárbaro y grotesco y se consideró que ponerle el nombre actual, como túmulo de orejas era más adecuado, al menos, sonaba mejor.

En 1983 se descubrió otro monte en Okayama, cerca de Osaka. Era más “pequeño”, se calcula que contenía los restos de unas 20.000 personas que, en 1992 fueron devueltas al gobierno de Corea para su cremación y para mejorar relaciones entre ambos gobiernos.

Postal de la década de 1920 sobre el Mimizuka. Fuente: ebay.

No hay país sin un pasado del que avergonzarse, pero creo que es bueno conocerlo, principalmente para evitar cometer errores parecidos.

Xavi Vila